Una vez, en uno de los cursos de teatro a los que asistí hace años, escuché una frase parecida a esta: "Si no entreno un día, sólo me entero yo; si no entreno en una semana, se enteran mis compañeros; si no entreno en un mes, se enterará el público"
Por eso es muy importante mantenerse en buena forma actoral. Nuestro cuerpo y nuestra voz es nuestro instrumento de trabajo, igual que lo es el suyo para un músico, por lo que debemos mantenerlo bien afinado.
Eso lleva tiempo y es fundamental establecer una rutina de entrenamiento, independientemente de los ensayos.
En La Westia lo tenemos claro y nos juntamos al menos una vez por semana para entrenar, practicar, jugar, ejercitarnos,... El objetivo es mantener en perfecto estado la maquinaria actoral. Nos conocemos muy bien, cada uno sabe sus debilidades y nos ayudamos a crecer. El trabajo teatral es un ejemplo estupendo de lo que supone trabajar en grupo, apoyándose unos a otros, abriéndonos al compañero en la confianza plena de que él nos salvará en escena. Cuando esa confianza se fortalece, trabajar juntos en las tablas es una delicia.
El teatro permite que toques a tus compañeros por dentro, en una suerte de extensión del sentido del tacto, que traspasa la epidermis y llega hasta las mismas tripas. Es lo que yo llamo el intratacto. Y nuestros entrenamientos suponen un masaje aplicado de dentro a fuera, directamente al alma.
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